SÉPTIMO DURO: Marvin Castillo: el anhelo callado de ser un poeta noble

Por Lucas Lucatero/Kriptón.mx
Casi estoy completamente seguro de que Marvin Castillo Solís vino a México desde su natal Costa Rica a experimentar el desenfrenó de y por la literatura. El pasado 14 de enerode 2020, cuando presentó El libro de Jonás, él mismo lo dijo con estas palabras y con la particular pronunciación de la vibrante alveolar, o sea de la erre, al estilo de los ticos: “Mae, yo creo que cuando estuve en México, con ustedes, nunca he estado más borracho en toda mi vida”. Coincidimos en sexto semestre cuando cursaba mi licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Y es que Marvin embonó con nuestro grupo, “Los Poetas de Mierda”, como si lo conociéramos desde la prepa; nos creíamos los nuevos infrarrealistas, la mayoría de nosotros, Román, Armandito, “Botas”, Thelma, Charly, Susana, “Dewey” habíamos leído Los detectives salvajes, fuimos fuertemente influenciadospor las aventuras que Bolaño describió e intentábamos replicarlas y perfeccionarlas: la búsqueda del café la Encrucijada en la calle de Bucareli, pisteábamos en el Edén y en las Islas nos embarcamos en viajes interestelares en la compañía de Cervantes y Bernal Díaz del Castillo.
En ocasiones, nuestros excesos, que la misma edad y el tiempo se han encargado de facturar, los condimentábamos con lecturas improvisadas de lo que escribía cada quien; quizá fue en esos lapsus que leímos la poesía de Marvin y, literal, nos fuimos para atrás como en las historietas de Condorito; en una ocasión en que salía de una de mis clases, antes de saludarme, lo primero que articuló fue: “Oiga, maae, usté ya leyó el “El lenguado” de José Watanabe…Mae, es buenísimo, lo tiene que leer. a nuestra convivencia con él nos es posible conocerlo aún más y trastocar los versos, la tinta y el gramaje del papel, para desembocar en una amistad que no hace más que anhelar leerlo, es a lo que se refiere el poeta panameño Moisés Pascual Pérez (Premio Nacional de Poesía “Ricardo Miró” en2003) en la introducción que escribió para Marvin.
Moisés lo retrata perfectamente: “sabio y humilde”, y yo añadiría noble como un adjetivo que se fusiona con la humildad que lo caracteriza para potenciar su cualidad y calidad humana sobre el ego literario, y es que a Marvin Castillo se le puede incluir en el escaso número de poetas que, a pesar de haber descendido del parnaso (como los verdaderos vates de la escritura), no ejerce directamente la mamonería que caracteriza a los hijos de Homero, Virgilio, Catulo o Apuleyo.
En el famoso Diccionario de símbolos, el escritor y teólogo francés Jean Chevaliermenciona:
La entrada de Jonás en la ballena es la entrada en el período de oscuridad intermedio entre dos estados o dos modalidades de existencia. Jonás en el vientre de la ballena es el germen de inmortalidad en el huevo, en la matriz cósmica. La salida de Jonás es la resurrección, el nuevo nacimiento, la restauración de un estado o de un ciclo de manifestación.
Moisés Pascual lo recalca: “la ballena, puede ser nuestra casa o nuestra nave espiritual para salvarnos de nosotros mismos y llegar a las orillas del otro mundo posible”.
¿Acaso será que Marvin se renueva a través de la poesía? ¿O es Marvin el profeta de nuestro tiempo, de la posmodernidad, que reniega, como Jonás, ser elegido como tal? ¿También el lector se renueva en este viaje junto al poeta? Sólo aquellos que lean la poesía de Marvin podrán contestar estas interrogantes, pero sí, adelanto mi interpretación: en efecto El libro de Jonás es sumergirnos, mediante los poemas, en la contemplación de nuestro tiempo. Desde bajo del mar, desde bajo de los versos, el ritmo y la metáfora, nosotros miramos el pasado y lo comparamos con nuestro bizarro presente.
El poemario abre con dos estridentes poemas, los cuales anexaré aquí: “Ancestros” y “Arte rupestre”, que nos transmiten una efecto de voltear hacia atrás para contemplar el paso de Cronos. Eso comparten ambos poemas. Y si esto no fuera poco, vale la pena observar que el sonido alveolar fricativo de la [ese] marca el ritmo de forma determinante:
Ancestros
Mis ancestros cazaron un mamut
con lanzas endurecidas al fuego.
Lo habían visto,
en la orilla esperaron que viniera por agua.
Bajo tierra conservaron su carne.
Lo hicieron por Hollywood,
por Microsoft, por Monsanto.
En el anterior fragmento es notable el ritmo pautado, particularmente por esta consonante.
Pero dejemos de lado estas sangronerías y hablemos de lo verdaderamente importante en la poesía: la sensación, la interpretación, el impacto. Pedí a Francisco Puente, un amigo que edita una revista en la ciudad de San Luis Potosí, Caína Fanzine, y donde también aparecerán los poemas de Marvin, que me mencionara la impresión causada y aquellos textos que más lo habían fascinado y subrayó: “lo leí muy rápido, pero me parecieron sus poemas de una hondura excepcional, que en pocos poetas he visto, con el poema de <<Manual del poeta callejero>>, incluso va más allá”.
El poemario se estructura en cuatro partes. La primera, “La ocarina del tiempo”fue la que más me impresionó, ya que nos da la sensación de ser un viajero del tiempo, nos remonta a la tribu primigenia, al recuerdo que lástima y se vuelve anhelo callado por plasmar la sensación del tan sólo hecho de rememorar, justo como el siguiente ejemplo:
97.5 FM
El equipo de sonido Aiwa,
más viejo que yo,
regaba por toda la casa
el vocerón de Nino Bravo,
contundente como un barco que alza vuelo
con dirección al sol.
Antes de botar los dientes de leche
ya se me encogía el corazón
con las piezas de Perales
y la carraspera trágica de Dyango me daba taquicardia;
pero el más elegante y atractivo,
el único por quien mi madre me habría dejado
es Camilo Sesto:
imposible que el azul de sus ojos,
helado y fulminante,
arda en otro lugar de la Vía Láctea.
Mi madre todo lo hacía cantando,
hasta se detenía para escuchar
cualquiera de Miriam Hernández.
El hombre que yo amo tiene algo de niño,
la sonrisa ancha, tierna la mirada.
El Aiwa salió buenísimo:
nos amenizó la escuela,
el divorcio,
el cole,
30
mi salida de la casa,
los regresos.
A mi madre tampoco le gustaba Dyango,
yo también me habría dejado por Camilo.
“Ancestros” y “Arte rupestre” de los cuales ya hablé, se enuncian a continuación:
Ancestros
Para Jesús Allende
Mis ancestros cazaron un mamut
con lanzas endurecidas al fuego.
Lo habían visto,
en la orilla esperaron que viniera por agua.
Bajo tierra conservaron su carne.
Lo hicieron por Hollywood,
por Microsoft, por Monsanto.
Cuando el agua se bebió a sí misma
y un mal dios escondió las presas grandes,
debieron despeñar a los mayores
y alimentarse de pájaros y reptiles.
El hambre los llevó debajo de los troncos,
probaron hongos amargos
y fueron profetas,
lo fueron por la gracia de la sed,
con los sonidos de su lengua dijeron:
Buda, Penicilina, Nintendo 64.
Me encantaría invitarlos a salir.
Le compraría una Cajita Feliz a cada uno.
Señalando la pantalla del cine les diría:
Natalie Portman,
Benedict Cumberbatch,
Scarlett Johansson.
De vuelta a casa,
escribiría en el motor de búsqueda:
carbono catorce, ADN mitocondrial.
Ellos observaron a los animales,
danzaron para la luna,
soportaron el frío,
robaron el fuego,
huyeron de los dioses,
engañaron a los dioses,
alucinaron por el hambre,
devoraron los niños que nacían enfermos.
Más tarde, las mujeres domesticaron la semilla
y todo cambió su naturaleza.
De pie sobre sus hombros descomunales
orino escribiendo mi nombre
y llamo a mis amigos para que lo lean.
Arte rupestre
“Lo intuyeron los bisabuelos de tus bisabuelos.”
Gabriel Chávez Casazola
Mordí el pan de levadura con higos
que llevó tía Sara a la casa de mi abuela,
y vino a mí este pensamiento:
Los antiguos descubrieron la forma de parar el
tiempo ahuyentando el agua.
El grano unido a su planta está lleno de jugo.
Ellos lo apartaron y lo secaron al sol y al viento.
Y tras secarlo al sol y al viento lo molieron incluso, para
que el aire y la luz se llevaran las últimas moléculas.
Y no existía entonces la palabra molécula.
Así salvaban al grano de las horas que se acumulan
en su humedad.
Los cereales molidos solo descansan y esperan,
mientras el viento rehace sus dunas todos los
días. Les da lo mismo una semana que un lustro,
porque duermen sin soñar como la leña estivada.
A diario, mis ancestros despertaban un puño de
harina proporcional a su hambre. La revivían
mojándola, una vez más, con miel, con huevo, con
aceite, con jugo de frutas. De esta forma, el clan
convocaba al tiempo, y el grano se reintegraba al
ciclo mediante el pan.
Y pensé que el agua era buena, pero ¿cómo comprender
entonces el diluvio universal, los tsunamis,
el fenómeno del Niño, y la hidrocefalia?
Solo si se cumple el siguiente juicio: quien obra
el milagro de la vida obra al mismo tiempo el
milagro de la muerte.
Una persona se suspende simultáneamente
en el líquido amniótico y en el fondo del mar,
porque los setenta años que separan estas dos
suspensiones no son nada si se miran desde la
eternidad del agua.
En todo esto pensé
mientras comía pan de levadura con higos
en la lluviosa casa de mi abuela.
Marvin también ha aprendido a contemplar, a no actuar y observar con reflexividad el entorno; potencia cada factor de la vida cotidiana, ve poesía donde hay rutina. Lo mismo hace Walt Whitman o nuestro Ernesto Cardenal; Whitman en su recorrido por los mercados, en su plática con los herreros, en su descripción del cuatro de julio que el lector recordará. Es el mismo procedimiento en “Manual del poeta callejero”, que impresionó tanto a varios y que coloco sólo un fragmento:
Manual del poeta callejero
“La ciudad es hermosa:
Yo estoy solo”
Felipe Granados
Esto de recitar en la calle es un arte.
Mal pagado, pero arte al fin,
y al menos es mejor que pedir plata a secas.
Volemos trole,
aquí en La Merced nadie suelta un cinco
y queda muy largo de los otros parques.
¿Ya se sabe los poemas?
Con eso del repertorio hay que tener cuidado.
La poesía vanguardista, olvídese.
De Vallejo, los dos primeros libros,
lo demás es muy duro de entender.
Tampoco hay que ser cochino:
nada de Bécquer ni de José Ángel Buesa.
Hay buena poesía que se comprende,
con Debravo y Roque Dalton vamos a la segura.
Ojo que el poema es según el público.
Si hay mucha parejilla, Benedetti.
El 14 de febrero yo lo paso breteando,
cada banca son por lo menos cinco tejas.
No recite nada suyo a menos que se lo pidan:
casi a nadie le gusta la poesía de ahora.
El Parque Central se la juega.
Dos maes me escucharon uno de Miguel Hernández.
Eran funcionarios del Ministerio de Cultura.
Me dejaron tarjetas y correos electrónicos
adonde escribí sin recibir respuesta.
Unos alemanes me grabaron.
Siento que no debí prestarme para eso,
¡qué van a pensar del Nuevo Mundo!,
pero me cayeron bien,
no supe decir que no
y me echaron rojo y medio por adelantado.
La Plaza de la Cultura prometería,
pero está encima del Museo del Oro,
y los guardas no aguantan nada.
Antes de que me echaran de aquí,
una morena que rondaba los treinta
soltó una lagrimilla
con el poema diecinueve de Neruda.
Con los anteriores versos queda demostrado que el canto de Marvin emerge desde la calle (sí, aunque suene trillado); él mismo no es de la capital tica, sino de una ciudad contigua a tres horas de San José: Pérez Zeledón. Por eso su ritmo deleita, entretiene, inspira y hasta adoctrina, pues él es un profundo conocedor y difusor de la lírica costarricense. Porque Marvin, igual que Jonás, siente la gran responsabilidad, el peso,de ser un p(r)o(f)eta, quizá eso explique su gran humildad y bonhomía, su no necesidad por dejar expreso que es semidiós; sólo que, para Marvin, la ballena, su refugio, equivale al acto creativo, a la mirada taoísta y su paciencia para esperar.
Para quienes gozamos de la literatura, no perdamos la pista a Marvin, quien ya se perfila como un demiurgo de calidad. Enseguida dejo un link de Círculo de Poesía de una antología electrónica en la que fue incluido:
