CARTAPACIO: EL BAILE DEL DRAGÓN: Segunda Tanda
Por Raúl Ruiz, cronista de la tragicomedia juarense/Kriptón.mx
I. El anacoreta y el dragón supersónico.
Toda la semana de fiestas patrias, me la pasé en sesión intensiva con mi anacoreta de cabecera.
Ricardo Moreno Barajas.
No es influencer, ni coach de abundancia, ni gurú de TikTok. Es más bien un ermitaño con wifi, que entre sorbos de café y silencios incómodos, me ayuda a descifrar los caprichos del tablero geopolítico.
Y ahí estábamos, a distancia, con la magia de la videollamada, viendo cómo China, ese dragón que antes dormía la siesta en una fábrica de imitaciones, ahora baila con túneles submarinos y trenes supersónicos.
¡Trenes bajo el agua, señores!
Mientras en Juárez seguimos celebrando la llegada del semáforo inteligente que se descompone con la primera lluvia.
Hasta antes del 2024, el imaginario colectivo sobre China era digno de un sketch de comedia barata: “los chinos solo saben copiar, hacen cosas chafas, se descomponen solas”.
Y claro, como buenos expertos en sobremesa, nos indignábamos porque “vinieron a Juárez y se robaron el sistema de maquila”. Como si el sistema fuera una receta secreta de burritos con código fuente.
Pero luego se cayó el telón.
Y descubrimos que los originales de muchas marcas venían de allá.
Que mientras nosotros discutíamos si el iPhone era mejor que el Android, ellos ya estaban diseñando el futuro en silicio y acero.
Y ahora, el internet 6G.
China vive en el 2050. Nosotros seguimos esperando que llegue el 2000 prometido por Vicente Fox.
II. El rugido del dragón y los cavernícolas digitales
Y justo cuando pensábamos que el dragón estaba ocupado construyendo aeropuertos que parecen naves espaciales, ¡zas! Se enoja.
México, en un arrebato de soberanía tarifaria, decide subir los aranceles a los autos chinos al 50%. Como quien le pone candado a la puerta después de que el dragón ya entró por la ventana.
La embajada china, con la elegancia de quien sabe que tiene la sartén por el mango y el fuego por el dragón, advierte: “Piénsenlo dos veces”. Y uno se pregunta si nuestros estrategas comerciales están jugando ajedrez o dominó con fichas prestadas.
Pero no todo es tensión.
Claudia Sheinbaum, la presidenta que aún no ha terminado de desempacar, parece estar en la lista de invitados para la próxima reunión de BRICS.
Ese nuevo club de poder global donde ya no se habla inglés con acento texano, sino mandarín con subtítulos en ruso.
Mientras tanto, en Juárez y otras latitudes del confort ignorante, seguimos rodeados de cavernícolas digitales. Gente que cree que el metaverso es una marca de shampoo, que la inteligencia artificial es cosa del demonio, y que el futuro es una conspiración de Elon Musk y los reptilianos.
III. El vals de los que no quieren bailar
En mis análisis, cada vez más teñidos de ironía y resignación, veo cómo se forma un nuevo polo de influencia mundial. Un BRICS que ya no es solo acrónimo, sino coreografía. Y nosotros, en vez de aprender los pasos, seguimos aferrados al vals del pasado, bailando con dinosaurios conceptuales.
La resistencia al cambio no es ideológica, es estética.
Nos da miedo que el futuro no tenga fondas, ni papel membretado, ni discursos con “compañeros y compañeras”.
Nos aterra que el dragón baile sin nosotros, que el mundo se reinvente mientras nosotros seguimos esperando que alguien nos traduzca el manual.
Pero el dragón no espera.
El dragón construye, diseña, invierte, y cuando se enoja, no manda memes: manda advertencias diplomáticas con firma y sello.
Así que, querido lector, si aún cree que China solo hace copias, le invito a mirar el tren que pasa bajo el agua. Y si no lo ve, no se preocupe.
Tal vez está usted en una caverna digital, donde el confort de la ignorancia es más cálido que el fuego del dragón.