EL SÉPTIMO DURO: Marca Craftsman
Por Lucas Lucatero/Kriptón.mx
A Luis, el Chapo, Juárez
“Llueve en México; llueve
como para salir a enchubascarse
y a descubrir, como un borracho auténtico,
el secreto más íntimo y humilde
de la fraternidad; poder decirte
hermano mío si te encuentro.
Porque tú eres mi hermano. Yo te quiero.”
“Nadie sale”
RUBÉN BONIFAZ NUÑO
Y que le digo: No chingues, eso es pa mi cena y pa las croquetas del Quique. Pero no me hizo caso. Seguía de terco.
De unas cosas ni me acuerdo, de tan pinche pedo que soy; lo que sí se me quedó grabada fue su cara de… como de miedo, de loco, de borracho y de emputazón, todo revoltijado, hasta la peda se me bajó en chinga. Yo no me salvo, también soy pura terquedad cuando chupo. Lo único que traía era pa mi cenita, dos pinches tacos de suadero. Sí, ya está recara la carne, y las croquetas de Quique. Y era neta, ese dinero lo iba a ocupar en comida. Ora que lo pienso, qué me costaba haberle dado los veinte baros de mis tacos y se largara a comprar su chingáá caguama, sin necesidá de tanto desvergue.
Pequeña tormenta en la ciudad. Observé a Quique reflexionando: tal parecía que su karma de perro consistía en cuidar a un teporocho hasta que una congestión alcohólica le aliviara la existencia, o, si el hígado del Moreno se lo permitía, ver morir a su camarada, un pastor alemán con contrastes que sólo los campos de trigo se le pueden parecer. Nunca he visto el trigo, pero le hago a la mamada. Dio un golpe al churro de mota para después pasármelo. Yo hice lo mismo. Sentí que el humo liviano, agridulce bajaba hasta la mitad de mi estómago, luego una sensación de adormecimiento en el cuerpo. Tosimos, reímos. El pastor alemán nos contemplaba con ojos de sabio amoroso. Qué más, le indagué.
¿En qué me quedé, Lic?
En que no le diste el baro al wey este.
Ah, sí, sí, de haber sabido que se arma desvergue hasta le regalaba a Quique pa que lo vendiera y se comprara un six.
Jajajaja, no mames, Moreno, te pasas…
Jajajaja, es que hubieras visto al cabrón, parecía Satanás, los ojos coloraos, llenos de…
Era por la mota…
No, ese wey nomas le hace al pisto, no fuma. Oye, ¿te fijas que cuando llueve la banda se se apura en llegar rápido a sus casas pa deshacerse de esta pinche agua enloquecida? Ojalá así fuera siempre, que las calles escurrieran como panochas y que…
Jajajaja, estás bien pinche loco, ¿de dónde se te ocurre tanta mamada?
Los ojos de Moreno se concentraron en el caniqueo del agua en los charcos. Las gotas manchándose de su propia sangre transparente, encharcada.
¿Qué ves, Moreno?
Lo que te decía, Licenciao, el agua es muy misteriosa, es vida, muerte, enfermedad y frío, ¿sabes qué signo soy?… Acuario.
Estábamos afuera de una papelería. Eran las once diez y la calle parecía una madrugada sinvergüenza. Nos cubría un pequeño techo, pero aun así sentía los zapatos chiclosos de sudor apestoso y agua de caño. Pensé: pinches zapatos culeros, y yo sin un billete en la cartera, sin nadie a quien chingarme porque como abogado soy un fracaso.
Oye, Moreno, dame otro toque.
La combustión y su olor a pasto quemado me entraron por la boca, por mi estómago; ¿en qué te quedaste?
¿De qué?, ¿te fijas que la lluvia se mete donde sea?…Ah, sí, te decía que el culero este a wevo quería mi baro pa ir por caguamas. Yo también andaba muy briago. No me acuerdo de muchas cosas. Cuando le dije quel poco baro que traía era para comer algo que me mira con…
Eso ya me lo contaste, Moreno, ¿no?
¿Neta?
Sí.
¿Tons, dónde me quedé?
Mmmm, no me acuerdo, creo que donde te miró feo…
Ah, simón, parecía el mismísimo Diablo, el ojete de Satanás, pero seguía chingue y chingue por su puta caguama. Le volví a decir que no traía ni un quinto. Me empujó, y ya me conoces que siempre me la llevo carmela, nunca busco pleitos con nadien…
Vio el cielo y señaló, con su dedo una luna a medio borrar por nubes embarazadas, negras: “Mira”.
Y pensar que yo siendo tan pendejo, tan buena gente, me llegó a pasar esto, yo que no le hago mal a nadien, sólo soy motero, a veces borracho, cada…
Jajajaja, no chingues, no seas mamón.
Esta vez no se rio, lanzó una mirada como la del wey que lo molestaba. Permaneció serio; en eso se fue la luz de la lámpara que nos pegaba directo en el rostro, únicamente distinguía el porro fosforescente y su sombra, sus labios gruesos. Comprendí que la había cagado, entonces para aguantar ese regaño con el que respondería, le pedí que rolara el churro. Oscuridad total, la calle vacía y con el repiquetear de gotas sobre el pavimento imaginé que estaba ante las puertas del infierno. Si el infierno es frío qué más da un poco de calor. Saqué un mezcal, la mortecina luz lunar iluminó la botella. Le ofrecí a Moreno como una disculpa. Quique, reclinado en sus patas delanteras nos atendía desde el blanconegro de sus ojos.
Ah, está fuerte, Lic, ¿dónde lo compraste?
Este sí es mezcal, no las chingaderas que tomas, parecen meados. Me lo trajeron de San Luis.
Y yo que pensaba quel mezcal chingón era el oaxaco.
Ah, eso que ni qué, pero este también da lata, ¿apoco no?
El primer trago dejó una sensación de fuego en la garganta, la verga, el culo, las piernas y los dedos de los pies.
Me acuerdo que ese sábado me había robado del taller un desarmador bien chingón, un Crasman, hasta brillaba, el puto, de lo nuevecito que estaba, y mientras el hijo de la chingada mamaba y mamaba con su cheve, yo acariciaba el desarmador, liso, y me lo imaginaba brillando en la bolsa de mi chamarra. Me empujó otra vez, le dije más serio: Weee, ya, agarra el pedo, neta no traigo baro. El pendejo miró a Quique y así de repente le metió un patín en las costillas, no paró de chillar hasta que llegamos a la casa. Todavía le duele. Ahí fue que la mano se me calentó y cuando reaccioné ya le había metido el desarmador dos veces. El tercer piquete fue el chido, aquí en el cuello, se desvaneció. Eso fue todo. Ahí quedó.
La luna de la misma manera, desdibujada. Cada quien bebimos otro trago de ponzoña cristalina, desértica, enseguida él intercambió el último suspiro de mota. Yo digería la narración, mi mente elaboraba conjeturas legales: años de cárcel, procesos, papeleo.
¿Lo mataste? Moreno pegó una carcajada espectral que sobresaltó a su perro.
Pos ni modo que qué, mi Lic, ni modo que el wey fuera de plástico.
¿Cuándo fue?
El sábado. Nos fuimos a pistear saliendo del taller del Tierno.
¿Alguien los vio juntos o cuando estaban tomando?
No. Fui yo solito a comprar la primer caguama. Esa sí la puse yo. A lo mejor la única que nos pudo haber visto fue doña Mary, la del depósito que está en la esquina del taller.
Bueno… pues por cada testigo que estás seguro que los vio, súmale otros cinco. Se me hace raro que no estés en el bote, te tienes que pelar ya, de seguro ya andan sobre ti. No te conviene que te entamben, ya sabes que en este país a los más jodidos los chingan todavía más.
Mañana me largo pa mi pueblo, allá en Guerrero.
No, yo lo que te recomendaría es que ya te fueras ahorita.
Pero, Licenciao, son las once y media de la noche, además le tengo que comprar una jaulita a Quique pa meterlo, porque yo no lo abandono como me abandonó mi jefe. Jamás. Prefiero irme al Reclu con él.
Quédate en mi casa y mañana temprano jalas pa tu pueblo.
Bebió la última porción de mezcal, sacudió la cabeza como si lo hubieran golpeado e inesperadamente se levantó del escalón donde tomábamos.
Sabes qué, Licenciao, tienes razón, mejor ya me voy a la chingada. Vente Quique, amonos, vas a conocer mi rancho allá en Guerrero.
No se veían sus ojos, pero sentía la vibra de su mirada. El pastor alemán se puso alerta en cuanto escuchó su nombre.
Sabes qué, me voyir de raite de aquí hastallá. De raite llegué a esta pinche ciudad infernal hace veinte años y de raite me iré, total, a un teporocho y mariguano como yo qué le pueden hacer, nosotros vivimos en la raya.
No mames, ya te piraste o qué, Moreno, no inventes.
El perro jadeaba con la lengua de fuera a pesar de la humedad, como si supiera la larga caminata que lo esperaba; algo de la luz de la luna se vio tenue en su lengua. Moreno esculcaba en su chamarra, supuse que su cajetilla de faros, recordé que me quedaban precisamente dos; se los ofrecí pero dijo que eso no era lo que buscaba. Finalmente, con gesto de satisfacción, sacó algo y me lo tendió.
Ten, te lo regalo…un recuerdito.
Sin prisa, se comenzó a alejar. Le grité: Morenooo, Morenooo, ven. Tuve que correr hacia él porque me ignoró. Ya no llovía, pero había en el ambiente una humedad fresca capaz de enfermar.
Ten, llévate mi saco, lo vas a necesitar en la carretera, hace más frío porque está en despoblado. Lo agarró y siguió caminando. Yo regresé, sin saber por qué, al mismo lugar, en realidad ya no tenía caso seguir ahí. Sentado, observaba cómo la figura de Moreno y su perro reflejada en los charcos grandes se desmoronaba con el tiempo y la distancia.
Me sobresaltó la sensación del plástico del mango en mi mano. Llegó la luz. Contemplé el desarmador manchado de un color escarlata hasta su base, con una inscripción de la marca “Craftsman”.