EL SÉPTIMO DURO: La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes
Por Lucas Lucatero( Eduardo Rodríguez)
Habíamos acordado vernos un domingo temprano en alguna estación del metro (si mal no recuerdo fue en La Paz). Iríamos a casa de Botas (apodado así por su calzado, allá le dicen botas a lo que conocemos como burras en algunas partes del noreste). El plan era avanzar considerablemente para el proyecto final de la materia de Literatura Iberoamericana en la casa de sus padres (creo que hoy en día ya vive solo en CdMx) en Ecatepec o Ecatepunk. En nuestro traslado en combi, me sorprendió enormemente que un sujeto, para barrer su banqueta, sólo por su voluntad cerrara parte de la calle impidiéndole a los vehículos transitar; cuando el chofer de la unidad en la que íbamos se le emparejó y lo cuestionó alcancé a escuchar que profería una mentada. Posteriormente, en comidas que terminaban en pedas en casa de Charly, en Chima y de Armandito, en Naucalpán me pude percatar de un ambiente gélido en el sentido de la estructura y sobreurbanización.
Decidí titular esta colaboración basado en versos de una rola, “Juanito Alimaña” de uno de mis cantantes preferidos, El Cantante de los Cantantes, Héctor Lavoe: “La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes, ¡cómo no!” porque desde esa letra, que parece juego, además de ser un tremendo salsón, es factible interiorizar y teorizar desde mi percepción, la cual es muy sesgada y la de un aficionado por la información, dado que, para abordar una cuestión como la que se expondrá enseguida se requiere de muchísima más astucia que la mía (y de seguro, den por hecho, que habrá tesis en sociología, urbanismo, arquitectura o filosofía de la UNAM o la UAEM que ya se han aproximado a dicho fenómeno), pues en el problema coinciden muchos haces concomitantes.
La semana pasada se hizo viral una serie de hechos desafortunados que ocurrieron en un kínder en el municipio de Cuautitlán Izcalli, esto a menos de dos meses de que Scooby, el perrito que fue lanzado por un individuo (expolicía tenía que ser) a un caso con manteca-aceite hirviendo, en Héroes de Tecámac. Habría que rematar con los excesivos, alarmantes y hartos feminicidios aun sin resolver que acontecen con regularidad en esta entidad desde hace más de quince años, muchos de estos encubiertos por la misma incompetencia, a veces fingida, de la autoridad. Sería bueno preguntarnos, reflexionar ¿qué está pasando en el Estado de México?
Recuerdo haber visto hace mucho “La sombra del caudillo”, filmada en 1960. En una de sus secuencias ya se alude a la gestación, durante los años 20 y 30, de un tipo de priismo carcinógeno, bacteriano, parasitario al que muchos culpan de la situación violenta del Edomex. Gobernado por el Partido de la Revolución Institucional desde casi los primeros años de la posrrevolución, hasta hace apenas unos meses, y en cuya región se licuaron los peores vicios de los nuevos caciques: Alfredo del Mazo Vélez, Gustavo Baz, Carlos Hank González, Alfredo del Mazo González, Mario Ramón Beteta, Emilio Chuayffet, el padrino Arturo Montiel, el Copetes (EPN), Eruviel Ávila. No hace falta ser un gran analista para deducir, con base en la repetición de algunos apellidos, que la clave de este “gobierno” es el nepotismo, el influyentismo y el amiguismo (y nos quedamos cortos); en consecuencia, una raya más al tigre que podría tomarse como una causa-efecto de la situación que se vive desde hace décadas en el Estado de México.
Adentrémonos, ahora sí, a teorizar puesto que, hasta ahorita he argumentado con datos sociohistóricos que tengo a la mano. Últimamente me ha impresionado sobremanera el pensamiento de Zygmunt Bauman, a quien he consultado por motivos de trabajo; en su libro “Modernidad líquida”, en medio de su principal tesis de que, como humanidad, hemos llegado el límite de nuestra historia, y a los linderos de la modernidad, quizá, el florecimiento y cúspide de nuestra civilización hace décadas que pasó; lo que ahora resta es una decadencia, caída libre. Este periodo, en el cual la tecnología juega un papel medular, ha sido denominado como posmodernidad. El espacio y el tiempo no los concebimos igual que las generaciones que nos antecedieron. Por ejemplo, nuestro espacio está cada vez más alejado del contacto con la naturaleza. Mientras que en la Ciudad de México se petrificaron los grandes parques (Ciudad Universitaria, Parque Hundido, Los Dinamos, Chapultepec), en San Luis, los Tangamangas, en el Estado de México, como ciudad que obedece a un posmodernismo decadente, estos espacios son una prebenda de la clase pudiente y aburguesada. En múltiples viajes en los que visitaba a JanCarlo en Chima, en la principal avenida donde transita el Mexibús, sólo contemplaba cemento, concreto y calles invadidas por carros, puestos ambulantes y extensiones de cocheras, negocios, etc., en medio un pabellón que divide el doble sentido y, amanera de pinceladas breves, escuetas, algunos árboles con suerte, pasto sintético, barras para hacer calistenia. Tal pareciera que en algunas zonas (y hasta hay un meme de cierta película que rodó algunas escenas futuristas y apocalípticas en cierto municipio mexiquense conurbado con la CdMx) el prototipo del declive posmodernista es una selva de cemento (de nuevo Héctor Lavoe).
Retornemos a Bauman. En el libro ya citado el famoso sociólogo anglopolaco lanza la pregunta “¿Pero qué significa que el entorno urbano sea civil y, por lo tanto, un sitio hospitalario para la práctica individual de la civilidad?” y se responde: una ciudad debe de contener espacios amigables, en los cuales se propicie la convivencia de los extraños, ya no de la familia o los vecinos, sino que mediante la cordialidad del “locus” se nos permita interactuar, sin violencia, y comprensión con el otro (“l’autre” del que habla Emmanuel Levinas). La verdad es que nos es así. Tal pareciera que los ciudadanos mexiquenses sacan el cobre a la menor oportunidad; pruebas existen en las redes sociales: desde payasos agarrándose en un raund en un centro comercial, hasta psicópatas en potencia arrojando a un perrito a un caso con manteca hirviendo, padres de familia energúmenos creyendo, o cayendo en la trampa de su hijo, vapuleando a una maestra, mientras su vástago se ríe.
Los pensamientos coinciden, las ideas se encuentran; dicha postura de la hostilidad de espacios es apoyada, por el famoso escritor y semiólogo italiano Umberto Eco (acuérdense de la película “En el nombre de la rosa” basada en su novela best seller) quien, desde la semiótica (la disciplina de los símbolos, la interpretación y el significado) recalca la agresividad de las construcciones.
Quisiera concluir con la pregunta o reflexión, ¿qué diferencia a los mexiquenses de los norteños? Si se supone que ambas regiones se encuentran, desde hace mucho tiempo, inmersas en un contexto de violencia y estrés permanente. En mi paso por Chihuahua y Nuevo León, me percaté de que, a pesar de las acometidas del narco, su comunidad se mantiene unida, con mutuo apoyo y una resiliencia e identidad que fortalecen a esta sociedad. No así los habitantes del Estado, quienes con cierto egoísmo se comparan constantemente a los chilangos, en cuyos municipios reside la cúpula, la élite mexicana: políticos y artistas tienen sus mansiones en Naucalpan, por mencionar un ejemplo, mientras a pocos metros cohabitan colonias parecidas a las favelas brasileñas: la desigualdad tan densa que se puede tocar.
Los mexiquenses se encuentran, hoy más que nunca, en el punto de cisma de esforzarse y cambiar su inconsciente colectivo, ya que a raíz del este cambio de gobierno podrán quitarse la venda de los ojos: durante más de ochenta años habían culpado al PRI, en este sexenio que se abre descubrirán si su naturaleza estriba en la violencia y el individualismo.
Pues aquí está, queridos lectores, una opinión muy sesgada, a la que se le tachará, incluso de arriesgada, aventurada, y que, obviamente resulta muy corta, quizá infructífera para una colaboración o una columna, cuando exige toda una tesis, pero era una espinita que traía desde que, hace años, vi un documental de los cracks de Vice acerca de los espantosos feminicidios en esta entidad a la que nos hemos referido.
Referencias
BAUMAN, Z., Modernidad líquida. Trad. de Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide Squirru. México, Edit. por el Fondo de Cultura Económica, (FCE), 2003.
FERNÁNDEZ CUYÁS, Marc, “Umberto Eco y la teoría de la arquitectura como herramienta crítica”. Consultado en: https://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/190757/1/725951.pdf
Vice en español. (2016, marzo 04). Los feminicidios del Estado de México [archivo de vídeo]. Consultado el 27/07/2023 en: https://www.youtube.com/watch?v=MIq2hJuNKC0&ab_channel=VICEenEspa%C3%B1ol