CARTAPACIO: COREOGRAFÍA CHINA
Por Raúl Ruiz/Kriptón.mx
El gran baile del dragón.
La cumbre de Tianjin no fue una reunión diplomática. Fue un musical. Un espectáculo de Broadway sin Broadway, con más misiles que bailarines y más egos que coreógrafos.
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), ese club de amigos que empezó cazando terroristas y ahora caza hegemonías, se reunió para ensayar su nuevo número: “El mundo según nosotros”.
Occidente no fue invitado al baile.
Primer acto: El desfile del músculo.
En la Plaza de Tiananmen, donde los recuerdos son censurados y los tanques tienen memoria selectiva, China montó un desfile que haría llorar de envidia a cualquier dictador latinoamericano con complejo de Napoleón.
Tanques, drones, soldados perfectamente sincronizados, y un Xi Jinping que parecía decir: “Miren qué bonito baila mi ejército… y qué feo se pone si lo provocan.”
Claudio Fantini, ese analista que siempre parece estar en modo apocalipsis, lo llamó “una advertencia geopolítica al mundo entero”. Y sí, cuando juntas a China, Rusia y Corea del Norte en un mismo escenario, no estás organizando una fiesta de té.
Estás montando un thriller nuclear con banda sonora de Wagner y coreografía de Stalin.
Segundo acto: El vals del pragmatismo
Putin, Modi, Xi y compañía se tomaron de las manos (metafóricamente, claro, que la diplomacia no permite sudor) y bailaron un vals de intereses compartidos.
No ideologías, no valores, no derechos humanos. Solo pragmatismo puro, como quien se une a una banda porque el bajista tiene petróleo y el baterista odia a Estados Unidos.
La declaración final fue una obra maestra del doble discurso: paz en Medio Oriente, condena a los bombardeos de EE.UU. e Israel, y un silencio sepulcral sobre Ucrania.
Putin, con su habitual estilo de “yo no fui, fue el capitalismo”, defendió su invasión como si fuera una excursión escolar mal interpretada por Occidente.
Tercer acto: Occidente en la banca
Mientras el dragón baila, Occidente bosteza.
La política aislacionista de Donald Trump ha dejado a EE.UU. como ese tío desmadroso que antes organizaba las fiestas y ahora ni siquiera es invitado.
Europa, por su parte, sigue buscando su papel en esta obra, entre la nostalgia imperial y la ansiedad energética.
India y China, siempre atentos al negocio, han aprovechado las sanciones al petróleo ruso como quien encuentra un billete en la chaqueta del enemigo.
Y México, ese país que China mira con ojos de “tú podrías ser el próximo protagonista latino”, responde con un arancel del 50% a los autos chinos. ¿Presión de EE.UU.? ¿Miedo al dragón? ¿O simplemente un mal paso en la coreografía?
Epílogo: El nuevo pacto de poder (con pasos de baile incluidos)
La cumbre fue una escenificación, sí. Pero también una declaración de intenciones: el mundo ya no baila al ritmo de Washington.
Ahora hay nuevos DJs, nuevos ritmos, y una pista de baile donde el dólar empieza a sonar como un disco rayado.
Los BRICS avanzan en la desdolarización como quien cambia de pareja en medio del baile. Y China, siempre elegante, siempre calculadora, sigue extendiendo la mano a México, mientras nosotros respondemos con un zapateado nervioso y un “no gracias, ya tengo pareja”.
Pero cuidado: en esta coreografía global, cada líder tiene su estilo:
• Putin ejecuta un tango oscuro, con pasos firmes y mirada de espía retirado. Cada giro es una maniobra geopolítica, cada pausa es una sanción burlada. Su pareja: la nostalgia imperial.
• Modi se lanza al breakdance, girando sobre el eje de la multipolaridad, con movimientos impredecibles y una sonrisa de Bollywood. Un paso hacia Rusia, otro hacia EE.UU., y un mortal hacia el petróleo barato.
• Xi Jinping practica ballet de Estado, con movimientos suaves pero contundentes.
Cada plié es una inversión, cada arabesque es una base militar en el Pacífico. El tutú, por supuesto, es rojo.
• Lukashenko improvisa jazz autoritario, tocando notas que nadie pidió, pero que él insiste en que son parte de la sinfonía global.
• Irán baila la danza del velo, apareciendo y desapareciendo entre sanciones, acuerdos y amenazas, como un genio que no quiere volver a la lámpara.
Y México… México observa desde la grada, con un sombrero de charro y un tratado de libre comercio en la mano, preguntándose si el mariachi tiene cabida en esta ópera geopolítica.
El que no baila, se queda fuera del escenario. Y el que baila mal… termina siendo el chiste del intermedio.