“El feminicida no nace, se hace”, afirma la escritora Mariana Morfín
En el marco de la 49 edición de la Feria Nacional del Libro UASLP, la escritora Mariana Morfín, autora de “Ya no quiero ser valiente”, reflexionó sobre el poder que la literatura, o cualquier otro medio, debería tener para reeducar a la sociedad, de modo que no sigan formándose hombres que agreden y escalan en violencia hasta llegar al feminicidio. “El feminicida no nace, se hace”, sentenció.
Desde muy joven, Mariana tuvo un primer acercamiento a la temática del feminicidio. Recuerda que a los 13 años leyó una nota periodística sobre el caso de Fátima Quintana, que la impactó profundamente, aunque en ese momento se presentaba desde un enfoque sensacionalista y sin la más mínima perspectiva de género.
Años después, al redescubrir la historia en una cuenta de Instagram que buscaba dignificar a las víctimas, Fátima dejó de ser una cifra: se convirtió en una niña que amaba la lectura, la poesía y soñaba con ser doctora. Ese contraste la llevó al llanto, y sobre todo, al deseo de escribir. “Quiero que a la gente le caiga el veinte, que conozcan a estas personas, que les duela y que a partir de este dolor nazca la indignación que se necesita para que como sociedad cambiemos”, dijo.
Mariana no pretende que su obra se quede en el dolor. Al escribir “Ya no quiero ser valiente”, investigó sobre la violencia de género y encontró a una enfermera que trabajó con cientos de casos de agresiones domésticas en Estados Unidos, muchos de los cuales culminaron en feminicidios. Esta especialista identificó factores de riesgo y destacó una idea fundamental: no se trata de enseñar a las niñas a protegerse, sino de reeducar a los varones. Mariana coincide con esta postura y resalta que, si bien vivimos en un país donde es necesario cuidarse, también debemos cuestionar por qué llegamos a estos niveles de violencia.
En su opinión, “el feminicida no nace, se hace y no es un acto aislado, sino el último eslabón de una cadena que empieza con un chiste machista, un piropo, una agresión, una violación, y termina con el asesinato”. Por eso, insiste en la necesidad de alzar la voz desde el primer acto de violencia, “las palabras tienen mucho poder. Si alguien te dice un chiste machista y tú lo cuestionas, esa persona va a preguntarse por qué lo dijo, qué hay detrás de esa supuesta gracia”.
Para la autora, la educación es el punto de partida: reeducarse uno mismo, informarse, estar abiertos a recibir nuevas perspectivas y entender que, incluso comentarios aparentemente inofensivos, pueden escalar a situaciones graves. “El pacto patriarcal entre hombres perpetúa la idea de superioridad. Romper con eso y señalar lo que está mal es ya un acto transformador”, manifestó.
Como escritora y activista, reconoce que la violencia machista se perpetúa desde muchos frentes, incluidos la música y los medios. Aunque le gustaría pensar que la literatura es una trinchera segura, sabe que no basta con que unos pocos lean. “La literatura me ha cambiado la configuración de las neuronas. Tiene poder, pero ese poder necesita ser masivo. Si no es la literatura, que sean las redes sociales, los pódcast, lo que sea, pero que se escuche esta indignación”.
Su libro no sólo es un testimonio de dolor, sino una invitación a mirar de frente esta realidad, a dejar de ser permisivos y a entender que el feminicidio deja una estela de víctimas: “No es lo mismo una muerte que un asesinato que un feminicidio. Cambia todo”, concluyó.