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Balumba: En la neblina de Hypnos: sonambulismo

Balumba: En la neblina de Hypnos: sonambulismo

Por Didier Armas/Kriptón.mx

El dormir y despertar son caras de la moneda que presenta nuestro cerebro, su giro deviene precisamente con la rotación del planeta. Mente y cuerpo adoptaron el giro cósmico; una, para optimizar la energía durante el día, dos, para descansar durante la noche, aprovechando las condiciones fototérmicas de la Tierra. Justo en esta dualidad existe un equilibrista, que se tambalea en ambos estados y los interconecta, hablo de una parasomnia: el sonambulismo.

Para los griegos devotos a Hypnos los sonámbulos eran controlados directamente por el dios, no bebían del cuerno el líquido somnífero, ni mascaban los tallos de adormidera (instrumentos de la deidad). Era una fase divina donde lo sagrado tomaba posesión de lo profano y cuando los sonámbulos de la Antigua Grecia volvían al consciente olvidaban la intervención, apenas si persistía una tolvanera en su cabeza. Claro, ahora por investigaciones en la rama de la psiquiatría, conocemos que es un estado ambiguo en el que se despliega una conducta automática, sin consciencia, ni memoria, lo que corresponde con el sentir de los pobladores de la antigüedad.

La primera vez que experimenté un episodio de sonambulismo -o al menos tuve testigos para corroborarlo- fue a los once años de edad durante el peregrinaje de San Luis Potosí a San Juan de los Lagos. El tercer día de caminata fue fulminante, al punto de sentir dentro de los tenis un cardumen de pirañas voraces que estimulaba sus mordiscos a cada paso. Esa noche envuelto en el sleeping, el gatillo que activó la parasomnia fue el cansancio. En plena oscuridad “me dispuse” a caminar, por fortuna los integrantes de la peregrinación me detuvieron y alertaron a mi padre, a pesar de mis balbuceos que exhortaban a continuar con la travesía, padre me volvió al sleeping. El episodio abarcó aproximadamente diez minutos. Por la mañana me relataron lo sucedido, pensé en una broma colectiva, un ritual de iniciación para aquellos que se aventuran a vagar por tierras desconocidas. Con seriedad y un tono de preocupación en su cara, padre en solitario me contó lo sucedido, como una neblina avasallante la confusión me doblegó (no es exagerado universalizar el desconcierto como el primer contacto con el sonambulismo).

Se puede entrar en los laberintos de la web y reunir una larga lista de las explicaciones, como la teoría de la Fuerza Órdica de Carl Reichenbach, o la teoría de la consumación de los deseos sexuales reprimidos de Sigmund Freud, pero la persona que padece el sonambulismo no concluye jamás el momento perdido. El tempus fugit a penumbras, no sólo es un periodo de misterio, sino que después de padecer un episodio, se apoya la cabeza en la almohada como si se tratara de un puente de cristal, el aturdimiento corona las horas y mutila los parpados, el cotidiano nocturno de relajarse bajo las sabanas se vuelve una hazaña, porque no se sabe en qué concluirá el siguiente acto y, aunque los episodios no son frecuentes (un estudio de la Universidad Complutense de Madrid[1] señala que los episodios ocurren por máximo una vez al año, a menos que se induzcan) el estado de vigilia se dilata hasta el insomnio. Entonces para quien sufre el sonambulismo a la vez padece una disociación de su persona, no se reconoce a sí mismo: aquellas frases que empacaron y mudaron de su memoria, son palabras en negativo que no existen en un dónde, ni un cuándo; aquellos pasos que inmediatamente aniquilan su huella, son siempre la incógnita, la preguntas carcomen, ¿por qué en aquella dirección, con qué propósito? A su vez, actos perturbadores representan una amenaza a nivel físico para quien comparte la cama con un sonámbulo, o pueden transgredir su estado anímico: atacar, automutilarse, infringir o ultrajar espacios, son mecanismos expuestos en la vitrina de esta parasomnia. Y cuando uno de estos incidentes violentos se presenta, es innegable sentir como se enroscan las cadenas de la culpa a la mente, constriñen con fuerza, y enfrentarlas es disponerse a un duelo con la demencia.

El alcohol, los narcóticos o el cansancio físico, pueden ser la causa que realice el secuestro del individuo, y son fácilmente reconocibles, pero si un camaleón se mimetiza entre las cisuras del cerebro, y detona otro episodio de sonambulismo, se requiere de ayuda profesional para poder señalar a posteriori lo que lo desencadenó.

En espera del angelus novus en forma de tratamiento, leo Los sonámbulos de Hermann Broch con cierto alivio, al pensar que no es necesario ser sonámbulo para serlo.

[1] Pareja Grande, Julia (2019). Semiología onírica del sonambulismo: implicaciones patogénicas y clínicas. Tesis para el grado de Doctorado, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Medicina. Consultado en: https://eprints.ucm.es/id/eprint/51547/1/T40923.pdf

 

Semblanza

Didier Armas, San Luis Potosí, México, 14 de noviembre de 1988. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en UNAM FES- Acatlán. Mención honorifica en el concurso Punto de Partida UNAM No.48. Becario en el Festival Cultural Interfaz- ISSSTE 2017. Finalista en el Premio Gerardo Diego de Poesía (España) 2019. Ganador del primer Premio de Poesía Félix Dauajare 2022, con la obra “La última Flecha”. Publicación en las revistas Taller Igitur, La Raíz Invertida, Campo de Plumas, Vislumbre, Punto en línea, De-lirio, Círculo de Poesía, entre otras.  Actualmente es beneficiario de la beca que otorga el PECDA SLP, Jóvenes Creadores, 2023-2024. 

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