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EL SÉPTIMO DURO: Román Pescina, entre la soledad y el fulgor de la lontananza

EL SÉPTIMO DURO: Román Pescina, entre la soledad y el fulgor de la lontananza

Por Eduardo Rodríguez (Lucas Lucatero)/Kriptón.mx
Desde hace mucho, ¿quizá 20 años? No lo recuerdo ya, que conozco a Román Pescina. Incluso llegamos a ser vecinos, allá por el rumbo de la ESCA, la Popular, Fraccionamiento Insurgentes, antes de que la vida aquí en San Luis fuera más caótica y visceral. Tengo muy presente uno de sus cuadros (que adjunto al final del texto), el cual contemplé en su casa hace muchísimo. Sí, nos llegábamos a juntar al calor de su hogar sin otro placer más que el de hablar de Héroes del Silencio, La Castañeda, Haragán, grupos que no conocía, pero que, con el tiempo llegaron a ser de mis preferidos cuando emigré parcialmente a la CdMx; no bebíamos (él sigue siendo abstemio, rockero de corazón y amante del high energy), simplemente el placer de la charla. La memoria me obsequia ese cuadro del que hablo: con fulgurantes contrastes, aquí el lector me increpará: ¿acaso el contraste no es parte fundamental de la pintura, como la buena sintaxis y puntuación de la escritura? En efecto, sin embargo, hay algo en Román que atrae, me atrevo a decir que es el hecho de que en cada pintura de un rostro cualquiera, él trata de plasmar su autorretrato, como si su rostro mismo lo utilizara como intríngulis catártico para comenzar las pinceladas y despegar. De mente reflexiva, de hablar trastabillado, Pescina ha cursado en el IPBA con maestros de la talla de Guadalupe Pérez, Sergio Portillo o Gilberto Vázquez, por mencionar a algunos.
Con trazos sencillos que, ante los ojos de sus detractores más críticos (todos tenemos críticos, en algún momento de nuestra existencia que enriquecen nuestra obra), lo tachan de simplón, yo veo una técnica, un estilo ya definido que se debate entre el cubismo, un surrealismo moderado y, en términos de color, una abundancia de luz que da paso a una temática: la soledad (en la mayoría de sus cuadros existe un solo ente) y la lontananza; también noto, más bien conjeturo, el peso de la genética (según mi hermano, médico, todo es genética), ya que Román tuvo un tío directo, Aurelio Pescina, quien fue discípulo del mismísimo David Alfaro Siqueiros en la academia de San Carlos.
Otra de las pasiones de Román es su gusto por la literatura. Lo llegué a topar en un taller donde reveló su gusto por la poesía que le permite complacerse y reinventarse constantemente a través de letras de canciones…y tiene varias muy interesantes.

El lunes por la mañana me llegaron unos audios por Whatsapp, donde me comentaba, casi al vapor, pero así es como nos tiene esta Secretaría de Cultura acéfala, que presentaría en el museo y casa de Mariano Jiménez una exposición junto al escultor Martín Cañas y el cartonero Víctor Herrera; dónde, si no ahí (porque en ese museo, pésele a quien le pese presentamos los disidentes) y haciendo gala a quien la habitó hace más de 200 años, el célebre ingeniero en Minería que pegó el grito en el cielo ante los abusos gachupines. La exposición se inaugurará este viernes 21 de julio, en punto de las 19:00 h. Esta muestra estará disponible dos semanas, o el equivalente a 10 días hábiles, así que no se pueden perder echarle un vistazo a la obra de Román Pescina Morín, quien en el 2015 ganó el reconocido concurso de Semana Santa de la Elaboración de Judas.

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eduardo.rodriguez@kripton.mx

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