HomeTECNOLOGÍAGuowang no es solo la versión china de Starlink, podría ser un arma vital en una guerra espacial

Guowang no es solo la versión china de Starlink, podría ser un arma vital en una guerra espacial

Guowang no es solo la versión china de Starlink, podría ser un arma vital en una guerra espacial

Estados Unidos no solo está inquieto por los avances de China en su objetivo de traer muestras de Marte antes que cualquier otra nación. También observa con atención los proyectos de comunicación satelital Guowang y Qianfan, que han llamado la atención no solo por la competencia que representan para Starlink, el servicio de internet satelital de Elon Musk, sino también por su potencial como armas militares.

China busca desarrollar una infraestructura espacial propia para fortalecer su autonomía en comunicaciones orbitales y ofrecer a nivel internacional y nacional servicios de internet y telefonía móvil. En los próximos años, el país asiático podría lanzar cerca de 37,000 satélites a la órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés) con el fin de conformar al menos tres megaconstelaciones: Honghu-3, Qianfan y Guowang. Estas dos últimas concentrarían la mayor parte de los dispositivos que se proyectan poner en órbita.

El plan chino guarda similitudes con el de Starlink, proveedor estadounidense que actualmente domina el mercado de comunicaciones satelitales con más de 6,000 aparatos operativos en el espacio; su meta es la de ampliar su red a 42,000.


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“Beijing se encuentra a la zaga de SpaceX, pero exhibe una férrea determinación por alcanzar a sus rivales y competir de manera directa. China ya presentó ante la Unión Internacional de Telecomunicaciones una solicitud para desplegar 12,992 satélites, aproximadamente mil más de los autorizados hasta la fecha para Starlink”, señalaba en 2023 un informe publicado por el Instituto Francés de Relaciones Internacionales.

¿Satélites para fines civiles o militares?

Aunque pudiera parecer que China pretende rivalizar con la propuesta comercial de Starlink, varios análisis sugieren que el objetivo real es otorgar a sus fuerzas armadas una ventaja táctica en un eventual conflicto militar.

El origen de estos proyectos, sumado a la escasa y fragmentada información disponible, alimenta las dudas. Qianfan pertenece a Shanghai Yuanxin Satellite Technology Company, empresa respaldada por el gobierno chino. Sus satélites son fabricados por Genesat, un consorcio entre el Centro de Ingeniería de Microsatélites (perteneciente a la Academia China de Ciencias) y Shanghai Aerospace Investment Limited. Aunque se desconocen los detalles técnicos, se sabe que poseen un diseño de panel plano “estandarizado y modular”, lo que permite apilar múltiples unidades en un solo cohete. Este enfoque replica el modelo de Starlink, pionero en el lanzamiento masivo de satélites mediante esta técnica.

Las operaciones de Qianfan parecen orientadas a dar servicio a empresas de telecomunicaciones extranjeras, con acuerdos ya establecidos en Brasil, Malasia y Tailandia, y la intención de expandirse a otras regiones de Asia, África y América Latina.


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Por su parte, la constelación Guowang, administrada por el Grupo de Redes Satelital de China (China SatNet), fundada por el gobierno en 2021, está enfocada principalmente en servicios de telecomunicaciones locales y seguridad nacional. Poco se conoce sobre las características de sus satélites, fabricados por distintas compañías y lanzados mediante diversos vehículos espaciales.

A inicios de este año, se pusieron en órbita 10 satélites Guowang a bordo del cohete Long March 5B, el más potente de China, con capacidad de carga útil de hasta 25,000 kilogramos. La cantidad de satélites y el vehículo elegido para el lanzamiento despertaron dudas. “Es posible que se estén construyendo para hacer algo más que Internet basado en el espacio, o en suma a eso”, comentó a SpaceNews Victoria Samson, directora de Seguridad y Estabilidad Espacial en la Secure World Foundation.

Pese a sus diferencias, un detalle ha llamado la atención de los expertos: la altitud a la que orbitan los satélites de ambos proyectos chinos. Según SpaceNews, estos dispositivos operan en órbitas de entre 1,098 y 1,127 kilómetros, mientras que los de Starlink se encuentran a unos 550 kilómetros. Esta diferencia sugiere que China estaría adoptando una estrategia de despliegue masivo, pero a mayor altitud, lo que podría facilitar usos más diversos.

“Guowang y Qianfan representan más que una ambición tecnológica. Encarnan la estrategia más amplia de China para dominar la infraestructura orbital, afirmar su soberanía digital y garantizar continuidad de mando en un entorno informático congestionado y disputado”, planteó un análisis del Modern War Institute. “En un futuro conflicto, estas constelaciones serán tan cruciales para el poder de China como lo son los portaaviones o los sistemas de misiles, del mismo modo que Starlink se ha vuelto indispensable para Ucrania”.

El potencial de los satélites en las operaciones militares

Tras la invasión rusa a Ucrania, el Diario del Ejército de la Liberación, órgano oficial del ejército chino, señaló que la tecnología de Starlink no solo proporcionaba conectividad a las fuerzas ucranianas, sino que también pudo haber influido directamente en sus operaciones contra Rusia. El medio además insinuó que los satélites de Musk habrían transportado cargas útiles con instrumentos de reconocimiento, navegación y meteorología, optimizando así las capacidades militares estadounidenses a través del espacio comercial.

La relación de SpaceX con el gobierno estadounidense es ampliamente conocida. En 2023 se reveló que la compañía lanzó un conjunto de “satélites espía” para la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), con apoyo de Northrop Grumman, conglomerado especializado en ciberseguridad, radares, aeronaves y naves espaciales, considerado además el cuarto mayor contratista de defensa del país y principal fabricante de buques de guerra.

En marzo de 2024, Reuters informó que SpaceX construía centenares de satélites para la NRO con el fin de crear un sistema orbital capaz de detectar objetivos terrestres en cualquier punto del planeta. Según el reporte, “los satélites comparten datos con los servicios de inteligencia y militares”.

Esta información coincidió con un artículo de The Wall Street Journal publicado en febrero de 2023, el cual reveló que SpaceX había firmado en 2021 un contrato clasificado con el gobierno por 1,800 millones de dólares. A inicios de 2024, la NRO anunció el desarrollo del “sistema de inteligencia, vigilancia y reconocimiento espacial más capaz, diverso y resistente que el mundo haya visto”.

Este programa podría estar relacionado con Starshield, una iniciativa de SpaceX descrita como una “red satelital segura para entidades gubernamentales”, equipada con sistemas de encriptación avanzados. Según la empresa, la plataforma “utiliza capacidades criptográficas de alta protección para alojar cargas clasificadas y procesar datos de forma segura, en cumplimiento de los más altos requisitos gubernamentales”.

El análisis del Modern War Institute sostiene que el enfoque militar de China en materia satelital se nutre de las lecciones derivadas del conflicto en Ucrania y de la estrategia gubernamental de SpaceX.

“Desde el ciberataque inicial de Rusia a Viasat, China observó cómo la interrupción de comunicaciones puede paralizar la capacidad de un adversario para coordinarse y responder, convirtiendo la interferencia satelital en una herramienta estratégica antes de una invasión. Al mismo tiempo, la rápida transición de Ucrania a Starlink mostró el poder de megaconstelaciones descentralizadas para restablecer conectividad, sostener el mando y apoyar funciones militares y civiles en tiempo real. En conjunto, estas lecciones moldearon el enfoque chino hacia la guerra espacial: neutralizar satélites enemigos de forma temprana y asegurar la resiliencia de sus propias redes. De ahí su impulso por construir megaconstelaciones soberanas como Guowang y Qianfan, no solo para fines comerciales, sino también para garantizar autonomía estratégica en órbita”, indica el análisis.

El valor de los satélites en el campo de batalla ha despertado el interés global por el dominio del espacio. Aunque las motivaciones de China con Guowang y Qianfan no están del todo claras, lo que sí resulta evidente es que el espacio dejó de ser únicamente un ámbito técnico: se ha convertido en un nuevo escenario de poder, donde podrían gestarse los próximos conflictos militares.


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Esto resalta la urgencia de un marco legal internacional que regule el uso de la órbita para todos los fines posibles, incluida la guerra, ya que actualmente no existen normativas que aborden con claridad situaciones tan complejas como los ataques espaciales con propósitos bélicos.

A diferencia de los conflictos convencionales, en el espacio no hay normas que definan qué constituye una agresión. Una interferencia satelital, por ejemplo, puede atribuirse a una falla técnica o a una simple prueba. Bloquear las comunicaciones de un adversario desde el espacio entraría en una zona gris, difícil de confirmar o desmentir.

Como advierte el Modern War Institute, “las tecnologías y tácticas espaciales que antes parecían futuristas ya están transformando el inicio y la escalada de las guerras. Si los países continúan basándose en marcos legales obsoletos, corren el riesgo de caer en un conflicto que empiece de forma invisible y se intensifique sin control. El primer acto del próximo gran enfrentamiento podría no ser un misil ni un ciberataque, sino una maniobra silenciosa e indetectable en órbita que anuncie la guerra antes de que el mundo siquiera lo note”.

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